sábado, 17 de diciembre de 2011

100 cabezas de mujer, el correo gallego 17.12.2011

100 cabezas de mujer
EL PINTOR ROBERtO GONZÁLEZ Fernández expone en la galería Espacio 48, de Santiago de Compostela, una serie reciente de cuadros y fotomontajes. Bajo el título Vírgenes descuidadas, presenta una colección de composiciones con aires surrealistas, en las que una cabeza femenina exenta de una talla barroca, gravita bajo un cielo amenazante sostenida por el pulso fornido de una mano masculina. Una clasificación de accesorios semióticos, dota a cada retrato de una singular narración. Un hipopótamo sobre la cabeza de la virgen barroca es fertilidad. Un coral, una serie de elementos punzantes como dientes, un clavo, identifican otros perfiles en la virgen. La loba amamantadora, la diosa de las serpientes de Cnosos, dentro del retrato, refieren también al poder de la fertilidad femenina, con otras voces, otros ámbitos. Es este un homenaje a la mujer y su metalectura estética con símbolos seculares. Además, opera la serie de cuadros, como un voluntario alegato de denuncia contra la violencia de género en la actualidad, tal y como explica el artista en la nota de prensa.
El conjunto de cuadros y fotomontajes, están realizados en el conocido estilo de tenebrismo realista, característico del pintor gallego. A la pulcra representación de la carne trémula del brazo masculino, se contrapone la cerúlea visión de la madera estofada de la talla religiosa de la mujer y al fondo de ambas, un cielo policromado, digno de un inventor del paisaje como Patinir.
La memoria del visitante a la exposición viaja automática al universo de los surrealistas, por la visión de la frágil testa de mujer separada del cuerpo, como un objeto sensual. Y por la representación del antebrazo masculino como un Príapo carnal y velludo. Estos dos arquetipos de lo venusiano y lo hercúleo, se emplean por Roberto González Fernández, para desarrollar una novela visual, sostenida por una especie de collage. La cita a Max Ernst y su librocolaje La mujer 100 cabezas, en el que cada grabado de la publicación, funcionaba como una novela visual de un solo impacto, se hace obligatoria.
Los cuadros de la serie Vírgenes descuidadas ofrecen al observador una impresión narrativa individualizada frente a cada uno de ellos, con inicio, nudo y desenlace. Este pequeño cuento, se convierte en una gran historia, al observar todos los cuadros en conjunto. Igual que los grabados de Max Ernst son una individual obra atrapada en un conjunto editorial, asimismo las Vírgenes descuidadas, son una singularidad estética, dentro de un conjunto representacional de la mujer en el arte. La mujer diosa, virgen, lejana y la lectura contemporánea del eterno femenino, como activista por los derechos y la vida. En clave estética un discurso ético.
Roman Padin Otero