jueves, 9 de julio de 2015

China a través del espejo, FV 9.7.2015



Espejos de China.                                                                           La moda entre oriente y occidente.                                                 El Metropolitan Museum de Nueva York, dedica una exposición a las relaciones entre oriente e occidente en la moda. Bajo el título, “China a través del espejo”, se exponen en el museo entorno a 140 trajes de alta costura y diseño de vanguardia de aires chinescos, junto a objetos de arte y textiles antiguos de procedencia china.                               Andrew Bolton, comisario de la muestra, describe lo que late en el ideario de la misma. Todo gira alrededor de la fantasía oriental u orientalismo. El conjunto de visiones idílicas creadas por los occidentales interpretando estéticas orientales. Un tipo de pastiche o amalgama plástica, basada en la alteridad subordinada. Es decir la invención de un escenario de ficción basado en la distorsión del  original por licencias poéticas.                                            Es pues, una visión a través del espejo, como en el cuento de Alicia de Lewis Carroll, donde la realidad es difusa, con las cosas del revés, pero encantadoras.                                                                           La porcelana blanca con dibujos azules es uno de los ámbitos donde transcurre la fascinación por oriente desde el siglo XVI. Tal fue el gusto por esta manufactura que se imitó en Meissen, Delft y Worcester. Era típico el paisaje en medallón del sauce, con pagoda, puente y tres personajes caminando con aperos. Este estampado es recogido por modistos como Roberto Cavalli, para crear vestidos de fantasía oriental.        La seda es otra manufactura que despierta fascinación en occidente desde los romanos. La mayor peculiaridad  en el campo de la moda es la existencia de una producción para el mercado interno chino y otra para la exportación. En la segunda los motivos de imprimación chinesca son ad hoc para el gusto occidental. Diríamos, ¡que eran motivos chinos más chinos que los de los propios chinos!                                                      Yves Saint Laurent, en su colección de alta costura de otoño invierno 1977, hizo un homenaje a un tiempo de elegancia y riqueza de leyenda oriental. Mezclando aires mongoles de Gengis Kan, con el estilo imperial de la dinastía Qing del siglo XIX. Tejidos brocados, sombreros cónicos, joyas de jade, estampados marinos, hombreras pagoda, sirvieron para crear una amalgama estética posmoderna. En esa fecha apareció en el mercado el perfume “Opium”.                                                                  Desde los años veinte, los modistos trasladaron la fascinación oriental a sus perfumes. Paul Poiret, creó “Nuit de Chine”. Jean Patou, editó “Joy”. Roger & Gallet, comercializaron “Le Jade”. Las Callot Soeurs, comercializaron “La fille du roi de Chine”. Modistos y perfumes, todos ellos presentes en la muestra.                               La caligrafía en China, tiene valor estético formal y poético literal. Fascinó así mismo a los modistos, en la muestra hay dos modelos de Christian Dior y Gabrielle Chanel, estampados con caligrafía china.                                                                                      El color rojo es seña de identidad de China. Tanto en los muebles Ming, como en la bandera, aparece este color. La casa de alta costura Valentino, en su colección “Manifesto” de 2013, hizo una presentación integral en variantes de rojo. Este color, había sido desde los años sesenta seña del modisto, y así aparece en la muestra.                               Otros préstamos de la fantasía oriental son los  propios vestidos. El traje imperial Manchú, con estampado de murciélagos, nubes, olas, montañas y dragones, se toma prestado entre otros por Tom Ford. El qipao, con silueta pegada al cuerpo, hombros cortos y escote lateral con botones, se emplea entre otros por John Galliano. El traje Mao, representación de la República Popular China, se abstrae por diversos creadores uniformando a occidente.
Vistiendo divas.                                                                                La muestra no oculta un interés por una visión cinematográfica o dramatizada de lo que se percibe como oriental. Los occidentales hacemos composición de lugar de una China milenaria por medio de arquetipos hipertrofiados congelados en el celuloide.                                        La actriz de los años treinta, de origen chino y nacida en Estados Unidos, Anna May Wong, aparece en la muestra como una de las modelos del estilo chino. Una especie de mujer fatal, o frágil, sofisticada y envuelta en sedas, maquillajes, pelucas y joyas. Otra actriz de la época es Hu Die. Quien aparece en las revistas de moda occidentales como icono de estilo oriental, llevando unas afrancesadas variaciones del qipao.                                                              La diseñadora china Guo Pei, toma elementos occidentales para hacer modelos orientales en la actualidad. En la muestra aparece un traje con crinolina inspirada en Napoleón III, pero con forma de flor de loto. Sus vestidos tienen, las horas de trabajo infinito de una época imperial china o austro-húngara. Una moda anacrónica, pero que centra el ojo de los medios de comunicación. No por menos el difundido traje amarillo con cola catedralicia que llevó la cantante Rihanna, en la inauguración de “China a través del espejo”, es un diseño de Guo Pei.

Román Padín Otero

China e as chinerías.                                                                          O Metropolitan Museum de Nova York, dedica unha exposición ás relacións entre oriente e occidente na moda. Baixo o título, “China a través do espello”, expóñense no museo entorno a 140 traxes de alta costura e deseño de vangarda de aires chineses, xunto a obxectos de arte e téxtiles antigos de procedencia china.                               Andrew Bolton, comisario da mostra, debulla o que latexa no ideario da mesma. Todo xira arredor da fantasía oriental ou orientalismo. O conxunto de visións idílicas creadas polos occidentais interpretando estéticas orientais. Un tipo de pastiche ou amalgama plástica, baseada na alteridade subordinada. É dicir a invención dun escenario de ficción baseado na distorsión do orixinal por licencias poéticas.     É daquela, unha visión a través do espello, como no conto de Alicia de Lewis Carroll, onde a realidade é difusa, coas cousas do revés, pero encantadoras.                                                                           A porcelana branca con debuxos azuis é un dos ámbitos onde transcorre a fascinación por oriente dende o século XVI. Tal foi o gusto por esta manufactura que foi imitada en Meissen, Delft e Worcester. Era típica a paisaxe en medallón do salgueiro, con pagoda, ponte e tres personaxes camiñando con apeiros. Este estampado é recolleito por modistos como Roberto Cavalli, para crear vestidos de fantasía oriental.                                                A seda é outra manufactura que esperta fascinación en occidente dende os romanos. A maior peculiaridade no eido da moda é a existencia dunha produción para o mercado interno chino e outra para a exportación. Na segunda os motivos de imprimación chinesa son ad hoc para o gusto occidental. Diríamos, ¡que eran motivos chinos máis chinos que os dos propios chinos!                                                      Yves Saint Laurent, na súa colección de alta costura de outono inverno 1977, fixo unha homenaxe a un tempo de elegancia e riqueza de lenda oriental. Mesturando aires mongois de Gengis Kan, co estilo imperial da dinastía Qing do século XIX. Tecidos brocados, chapeus cónicos, xoias de xade, estampados mariños, ombreiros pagoda, serviron para crear un amalgama estética posmoderna. Daquela apareceu no mercado o perfume “Opium”.                                                               Dende os anos vinte, os modistos trasladaron a fascinación oriental ós seus perfumes. Paul Poiret, creou “Nuit de Chine”. Jean Patou, editou “Joy”. Roger & Gallet, comercializaron “Le Jade”. As Callot Soeurs, comercializaron “La fille du roi de Chine”. Modistos e perfumes, todos eles presentes na mostra.                                         A caligrafía en China, ten valor estético formal e poético literal. Fascinou asemade ós modistos, na mostra hai dous modelos de Christian Dior e Gabrielle Chanel, estampados con caligrafía china. A cor vermella é sinal de identidade de China. Tanto nos mobles Ming, como na bandeira, aparece esta cor. A casa de alta costura Valentino, na súa colección “Manifesto” de 2013, fixo unha presentación integral en variantes de vermello. Esta cor, tiña sido dende os anos sesenta sinal do modisto, e así aparece na mostra.    Outros préstamos na fantasía oriental son os vestidos mesmos. O traxe imperial Manchú, con estampado de morcegos,nubeiros, ondas, montañas e dragóns, tómase prestado entre outros por Tom Ford. O qipao, con silueta pegada ó corpo, ombreiros curtos e escote lateral con botóns, emprégase entre outros por John Galliano. O traxe Mao, representación da República Popular China, abstraese por diversos creadores uniformando a occidente.
Divas e oriente.                                                                                        A mostra non oculta un interese por unha visión cinematográfica ou dramatizada do que se percebe como oriental. Os occidentais facemos composición de lugar dunha China milenaria por medio de arquetipos hipertrofiados conxelados no celuloide.                                        A actriz dos anos trina, de orixe china e nacida en Estados Unidos, Anna May Wong, aparece na mostra como una das modelos do estilo chino. Unha especie de muller fatal, ou fráxil, sofisticada e envolta en sedas, maquillaxes, perrucas e xoias. Outra actriz da época é Hu Die. Quen aparece nas revistas de moda occidentais como icona de estilo oriental, levando unas afrancesadas variacións do qipao.                                                      A deseñadora china Guo Pei, toma elementos occidentais para facer modelos orientais na actualidade. Na mostra aparece un traxe con crinolina inspirada en Napoleón III, pero con forma de flor do loto. Os seus vestidos teñen, as horas de traballo infinito dunha época imperial china ou austro-húngara. Unha moda anacrónica, pero que centra o ollo dos medios de comunicación. Non por menos o difundido traxe amarelo con cola catedralicia que levou a cantante Rihanna, na inauguración de “China a través do espello”, é un deseño de Guo Pei.
Román Padín Otero

viernes, 30 de enero de 2015

Moda romántica FV 29.1.15




La moda romántica                                                                          El museo municipal de La Haya en Holanda, Gemeentemuseum, presenta la exposición “ Modas románticas. El Señor Darcy se encuentra con Eline Vere”. En la que se hace un recorrido por los estilos, modas, accesorios e iconografía del inmenso siglo XIX.   

El Señor Darcy, es un personaje de la novela de Jane Austen, Orgullo y prejuicio, publicada en el 1813. Eline Vere, es una novela naturalista del escritor holandés Louis Couperus, publicada en el 1889. En la dirección artística de la muestra, se hace converger, el inicio y el fin del siglo. Con ropas y referencias de los universos literarios de Orgullo y prejuicio, Jane Eyre, Eline Vere y Downtown Abbey. Presentando además instalaciones específicas textiles contemporáneas inspiradas en el período de referencia y documentación que contextualiza la moda de una época. 
                                                                                   
El siglo XIX es grande en acontecimientos y cambios sociales, políticos, técnicos y culturales. Todos ellos factores que contribuyen a hacer de las modas de esa época, un crisol de pujanza social con el fin del Ancien Régime y la incorporación social notoria de la burguesía y el proletariado. Convirtiendo la moda, en un argumento de participación social y no solo un factor de representación estamental.                                                                            
Es  un siglo post revolucionario agitador de la conciencia política que incorpora nuevas formas de gobierno. Trasladando a la moda la representación de las nuevas instituciones.                                                                                     
La máquina de vapor, aplicada a las fábricas de tejidos y a los sistemas de transporte ferroviario y marítimo, revoluciona las manufacturas y las comunicaciones. Desarrollando en el campo de la moda, la producción en serie y el comercio masivo.                                                  
La cultura romántica, agita los sentimientos humanos, invita al amor, al viaje, a la experimentación. Eleva la ciencia, la literatura, la pintura y la música, a nuevas cotas de creatividad. Poniendo en valor la inmensidad de la naturaleza frente a la proporción del ser humano. Y poniendo en valor así mismo, la inmensidad de la masa de gentes en el anonimato de las grandes ciudades. Los grandes almacenes, las grandes salas de conciertos y exposiciones universales, estaciones de trenes, y grandes puertos, se convierten en los lugares donde ver y ser visto. La moda, signo de los tiempos en la era industrial, refleja todos esos cambios, en su apariencia.                                     
El inicio del siglo está vestido, por la moda imperio. Inspirada en el vestido camisa y en la vuelta a la naturaleza ilustrada y del clasicismo grecolatino. Cambia la silueta femenina subiendo el talle y usando tejidos ligeros. Para tapar el frío se ponen de moda los chales de cachemira. El algodón y la lana son los materiales más empleados. Relegando la seda para los trajes oficiales.                                                                      
 En la década de los veinte, la moda romántica, incorpora nuevamente el corsé, la ropa interior para crear volumen en las faldas, las mangas jamón, los sombreros muy adornados, y las referencias regionalistas e historicistas de gran contenido épico.        En los caballeros, los sombreros altos, cinturas estrechas, los redingotes o abrigos largos en gamas de grises y negros eran lo más notorio.                                                  
A partir de la década de los cincuenta, con el Segundo Imperio francés y el reinado de Isabel II en España, llega la época de las crinolinas. Esas faldas como corolas de flores que fingían a las mujeres flotar en vez de caminar. En esa época con Charles Frederick Worth, aparece la alta costura, y el creador modisto. En cuanto a los hombres el rigor del negro era imperante en el traje de tres piezas, dejando los colores para los atavíos militares.                                                              
Después aparece el polisón, esa especie de bombo en la espalda de las faldas que reduce el volumen de la silueta y que evolucionaría hacia la llamada silueta en “S” del fin de siglo, donde las faldas eran así mismo tubulares.                                                                         
Unas modas diversas que ocuparon grandes bloques del siglo XIX, y que en conjunto llamamos románticas, cubriendo desde el estilo imperio hasta la belle époque.              

Mitos y arquetipos                                                                        Como quiera que parece difícil imaginar la moda a través de un texto periodístico, es práctico referir una selección de arquetipos del siglo XIX que ayuden a imaginar esas modas.                                                                             
Arranca el siglo con la moda neoclásica o imperio. De referencia en este estilo son los retratos de Josefina de Beauharnais, la mujer de Napoleón Bonaparte, realizados por Jacques-Louis David.                                                       
Los retratos de Luís de Madrazo, de damas pálidas con penados con raya al medio y trajes con escote amplio y tejidos con caída, son un referente de la imagen romántica. Es el estilo de La dama de las camelias, la novela de Alejandro Dumas, hijo. Lucía de Lammermoor, personaje principal de la ópera de Gaetano Donizetti, inspirado en la novela homónima de Sir Walter Scott, es la representación melodramática de esa moda romántica.                                                                              
Las crinolinas, aparecen en los retratos de Isabel II realizados por Francisco Xavier de Winterhalter. O en las imágenes que nos quedan del mismo artista de Isabel de Bavaria, la emperatriz Sissi, y de la emperatriz de los franceses,  Eugenia de Montijo.                                                                                        
El polisón aparece modernamente representado en el célebre cuadro puntillista de Georges Seurat, “Tarde de verano en la Isla de la Grande Jatte”.                                                                   
No por final, menos importante, la silueta en “S”, es esa célebre que conocemos de la Bella Otero, retratada con pecho de paloma y cintura estrecha. Y aparece también esa silueta en innumerables retratos firmados por el italiano Boldini.                                                                                  
Román Padín Otero