viernes, 30 de enero de 2015

Moda romántica FV 29.1.15




La moda romántica                                                                          El museo municipal de La Haya en Holanda, Gemeentemuseum, presenta la exposición “ Modas románticas. El Señor Darcy se encuentra con Eline Vere”. En la que se hace un recorrido por los estilos, modas, accesorios e iconografía del inmenso siglo XIX.   

El Señor Darcy, es un personaje de la novela de Jane Austen, Orgullo y prejuicio, publicada en el 1813. Eline Vere, es una novela naturalista del escritor holandés Louis Couperus, publicada en el 1889. En la dirección artística de la muestra, se hace converger, el inicio y el fin del siglo. Con ropas y referencias de los universos literarios de Orgullo y prejuicio, Jane Eyre, Eline Vere y Downtown Abbey. Presentando además instalaciones específicas textiles contemporáneas inspiradas en el período de referencia y documentación que contextualiza la moda de una época. 
                                                                                   
El siglo XIX es grande en acontecimientos y cambios sociales, políticos, técnicos y culturales. Todos ellos factores que contribuyen a hacer de las modas de esa época, un crisol de pujanza social con el fin del Ancien Régime y la incorporación social notoria de la burguesía y el proletariado. Convirtiendo la moda, en un argumento de participación social y no solo un factor de representación estamental.                                                                            
Es  un siglo post revolucionario agitador de la conciencia política que incorpora nuevas formas de gobierno. Trasladando a la moda la representación de las nuevas instituciones.                                                                                     
La máquina de vapor, aplicada a las fábricas de tejidos y a los sistemas de transporte ferroviario y marítimo, revoluciona las manufacturas y las comunicaciones. Desarrollando en el campo de la moda, la producción en serie y el comercio masivo.                                                  
La cultura romántica, agita los sentimientos humanos, invita al amor, al viaje, a la experimentación. Eleva la ciencia, la literatura, la pintura y la música, a nuevas cotas de creatividad. Poniendo en valor la inmensidad de la naturaleza frente a la proporción del ser humano. Y poniendo en valor así mismo, la inmensidad de la masa de gentes en el anonimato de las grandes ciudades. Los grandes almacenes, las grandes salas de conciertos y exposiciones universales, estaciones de trenes, y grandes puertos, se convierten en los lugares donde ver y ser visto. La moda, signo de los tiempos en la era industrial, refleja todos esos cambios, en su apariencia.                                     
El inicio del siglo está vestido, por la moda imperio. Inspirada en el vestido camisa y en la vuelta a la naturaleza ilustrada y del clasicismo grecolatino. Cambia la silueta femenina subiendo el talle y usando tejidos ligeros. Para tapar el frío se ponen de moda los chales de cachemira. El algodón y la lana son los materiales más empleados. Relegando la seda para los trajes oficiales.                                                                      
 En la década de los veinte, la moda romántica, incorpora nuevamente el corsé, la ropa interior para crear volumen en las faldas, las mangas jamón, los sombreros muy adornados, y las referencias regionalistas e historicistas de gran contenido épico.        En los caballeros, los sombreros altos, cinturas estrechas, los redingotes o abrigos largos en gamas de grises y negros eran lo más notorio.                                                  
A partir de la década de los cincuenta, con el Segundo Imperio francés y el reinado de Isabel II en España, llega la época de las crinolinas. Esas faldas como corolas de flores que fingían a las mujeres flotar en vez de caminar. En esa época con Charles Frederick Worth, aparece la alta costura, y el creador modisto. En cuanto a los hombres el rigor del negro era imperante en el traje de tres piezas, dejando los colores para los atavíos militares.                                                              
Después aparece el polisón, esa especie de bombo en la espalda de las faldas que reduce el volumen de la silueta y que evolucionaría hacia la llamada silueta en “S” del fin de siglo, donde las faldas eran así mismo tubulares.                                                                         
Unas modas diversas que ocuparon grandes bloques del siglo XIX, y que en conjunto llamamos románticas, cubriendo desde el estilo imperio hasta la belle époque.              

Mitos y arquetipos                                                                        Como quiera que parece difícil imaginar la moda a través de un texto periodístico, es práctico referir una selección de arquetipos del siglo XIX que ayuden a imaginar esas modas.                                                                             
Arranca el siglo con la moda neoclásica o imperio. De referencia en este estilo son los retratos de Josefina de Beauharnais, la mujer de Napoleón Bonaparte, realizados por Jacques-Louis David.                                                       
Los retratos de Luís de Madrazo, de damas pálidas con penados con raya al medio y trajes con escote amplio y tejidos con caída, son un referente de la imagen romántica. Es el estilo de La dama de las camelias, la novela de Alejandro Dumas, hijo. Lucía de Lammermoor, personaje principal de la ópera de Gaetano Donizetti, inspirado en la novela homónima de Sir Walter Scott, es la representación melodramática de esa moda romántica.                                                                              
Las crinolinas, aparecen en los retratos de Isabel II realizados por Francisco Xavier de Winterhalter. O en las imágenes que nos quedan del mismo artista de Isabel de Bavaria, la emperatriz Sissi, y de la emperatriz de los franceses,  Eugenia de Montijo.                                                                                        
El polisón aparece modernamente representado en el célebre cuadro puntillista de Georges Seurat, “Tarde de verano en la Isla de la Grande Jatte”.                                                                   
No por final, menos importante, la silueta en “S”, es esa célebre que conocemos de la Bella Otero, retratada con pecho de paloma y cintura estrecha. Y aparece también esa silueta en innumerables retratos firmados por el italiano Boldini.                                                                                  
Román Padín Otero