El hilo de las nornas
EN LAS MITOLOGÍAS NÓRDICAS, romana y griega, tres personajes femeninos hilan el devenir del tiempo. El pasado, el presente y el futuro pasan por los husos y tijeras de estas tres féminas fatales. Las nornas, moiras o parcas son en última instancia quienes mantienen el fino pianissimoo legatto entre la vida y la muerte de la humanidad. La historia del arte ha dado visión y sonido a estos personajes poderosos y temidos. Francisco de Goya ejecutó una visión walpurgiana de las parcas, retratando a tres mujeres que flotan como humores fétidos en la negrura de la noche. Richard Wagner dio a las nornas presencia en su Tetralogía, y forman el bello leitmotiv sonoro a este mito. Incluso, Diego R. de Silva y Velázquez, con su recreación del mito de Aracne, en el lienzo Las hilanderas, se acerca al mito trino. La importancia de la representación estética de estas tres gestoras del tiempo, es axial. Pues si bien el eros es quien mueve el destino humano, con el amor, el sexo y la conmistión de arquetipos venusianos y hercúleos, entre seres del mismo sexo o de sexo opuesto, también es cierto que el final del destino humano lo marca el tijeretazo de las parcas. Ellas cortan el hilo de la vida. Nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, al dolor y a la fealdad.
La filósofa Susan Sontag describía en su obra Ante el dolor de los demás cómo la penuria es tanto más indeseada cuanto más se advierte en lo físico. Una enfermedad terminal que no produce secuela es menos meritoria de piedad que un traumatismo quizá inocuo pero obsceno de tamaño y textura. Una exposición en la compostelana Igrexa da Universidade trata, en clave contemporánea, la cuestión del desenlace de la vida, de la muerte y sus metáforas. Bajo el título73x73x273. A irmá do sono, se presenta esta muestra colectiva que deambula por las representaciones del sueño eterno en dicción de diversos artistas. La colectiva, como casi todo lo grupal, se apoya en la diversidad y por tanto en la diferencia de cualidades de los artistas y las obras expuestas, creando un conjunto excelso. Merecen reseña las recreaciones de La isla de los Muertos de Arnold Böcklin, realizada por Roberto González Fernández, un díptico de belleza solemne. También la instalación de tijeras de Ana Soler es de una hermosura barroca impecable. Ambas piezas, bien merecen una visita a la exposición. El arte, la muerte, poesía eterna.
Román Padín Otero
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