sábado, 6 de abril de 2013

Los increíbles

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Los increíbles
Durante los años siguientes a la revolución francesa la moda experimentó bruscos cambios. En un afán por alejarse de la obsolescencia del antiguo régimen, el vestido de los ciudadanos se transformó y evolucionó hacia la simplicidad de inspiración británica. El terno o traje de tres piezas con culote o pantalón hasta la rodilla, trocó en traje de pantalón largo con chaquetas de talle alto y levita en la espalda.                                                                               Había quien no obstante, como Maximiliano Robespierre, se aferraba en un gesto agiotista a la imagen antigua, insistiendo en llevar peluca empolvada. La moda fue en esa época, más que nunca, representación de un cambio socio político. Buscaba diferenciarse del pasado y también adoptar la simplicidad naturalista alentada por los ilustrados. Los revolucionarios asamblearios vistieron de modo asimilado a los campesinos. En la Convención se llevó el aire de jinete a la inglesa. En el directorio se inspiró la moda en el estilo clasicista. Así la moda fue también postura política o ideológica.                                                                                          Como quiera que la tendencia de la mayoría más progresista era la simplicidad y lo austero, hubo voces díscolas minoritarias, que encontraban en la complejidad y el exceso, una localización estética idónea para manifestar su desinterés por las transformaciones políticas del momento. O para actuar como “punks” avant la lettre y comportarse “á rebours” o sea a contracorriente. A este grupo se les denominó “Los increíbles”. Ellos “los increíbles” y sus acompañantes “las maravillosas”, caracterizaban su apariencia por el histrionismo de las proporciones, los accesorios y los cortes de las ropas.                                                                                                                     El cabello con cresta y con grandes patillas que llamaban de oreja de perro. Las chaquetas al aire del directorio pero con un cuello desproporcionadamente grande, mangas habitadas por puñetas y dobleces, corbatas cubriendo las orejas y sombreros de tricornio de tamaño casi imposible. Tan llamativo era su aspecto que hubieron de abandonar el bastón y sustituirlo por una maza, semejante al basto de la baraja española, para defenderse de las agresiones verbales y burlas de los viandantes.                                                                      Actualmente, hay una generalidad de estilos en el vestir del hombre de naturaleza bicéfala. Una línea anclada en las reinterpretaciones del estilo inglés, en sastrería y sport. Otra línea apoyada en la simplicidad de los colores básicos en prendas de naturaleza híbrida, que llamaríamos de estilo urbano sin complicaciones.                                                                                             ¿Quiénes son los increíbles en la actualidad? Aquellos que visten a contracorriente creando minorías estéticas y del gusto, en definitiva los visionarios que abren las puertas de su armario a corrientes ignotas.                   ¿Cómo se debe entender esto? ¿A semejanza de aquellos que siguen con devoción la religión de la ropa negra o de los diseñadores volumétricos de inspiración japonesa? ¿En identidad con los que comulgan con un modisto afectado de inspiración infantil, college, sport o sexy?                                        La respuesta es que los increíbles del siglo XXI, son aquellos que se evaden de la moda de la temporada y aferrados a su estilo personal construido tras lustros de compras, siguen llamando la atención por su sobria elegancia y su gusto por las prendas de calidad. Olviden la compra lúdica de prendas de bajo coste y opten por la compra inteligente de prendas de alta calidad y evidente perdurabilidad. Los increíbles de hoy son sostenibles, economicistas e “increíblemente chic”…como “El caballero de la rosa” de Richard Strauss…increíblemente chic.
Román Padín Otero 


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