Los increíbles
Durante los
años siguientes a la revolución francesa la moda experimentó bruscos cambios.
En un afán por alejarse de la obsolescencia del antiguo régimen, el vestido de
los ciudadanos se transformó y evolucionó hacia la simplicidad de inspiración
británica. El terno o traje de tres piezas con culote o pantalón hasta la
rodilla, trocó en traje de pantalón largo con chaquetas de talle alto y levita
en la espalda. Había
quien no obstante, como Maximiliano Robespierre, se aferraba en un gesto
agiotista a la imagen antigua, insistiendo en llevar peluca empolvada. La moda
fue en esa época, más que nunca, representación de un cambio socio político.
Buscaba diferenciarse del pasado y también adoptar la simplicidad naturalista
alentada por los ilustrados. Los revolucionarios asamblearios vistieron de modo
asimilado a los campesinos. En la Convención se llevó el aire de jinete a la
inglesa. En el directorio se inspiró la moda en el estilo clasicista. Así la
moda fue también postura política o ideológica. Como
quiera que la tendencia de la mayoría más progresista era la simplicidad y lo
austero, hubo voces díscolas minoritarias, que encontraban en la complejidad y
el exceso, una localización estética idónea para manifestar su desinterés por
las transformaciones políticas del momento. O para actuar como “punks” avant la
lettre y comportarse “á rebours” o sea a contracorriente. A este grupo se les
denominó “Los increíbles”. Ellos “los increíbles” y sus acompañantes “las
maravillosas”, caracterizaban su apariencia por el histrionismo de las
proporciones, los accesorios y los cortes de las ropas. El cabello con cresta y con
grandes patillas que llamaban de oreja de perro. Las chaquetas al aire del
directorio pero con un cuello desproporcionadamente grande, mangas habitadas
por puñetas y dobleces, corbatas cubriendo las orejas y sombreros de tricornio
de tamaño casi imposible. Tan llamativo era su aspecto que hubieron de
abandonar el bastón y sustituirlo por una maza, semejante al basto de la baraja
española, para defenderse de las agresiones verbales y burlas de los
viandantes. Actualmente, hay una generalidad de estilos en el vestir del hombre de
naturaleza bicéfala. Una línea anclada en las reinterpretaciones del estilo
inglés, en sastrería y sport. Otra línea apoyada en la simplicidad de los
colores básicos en prendas de naturaleza híbrida, que llamaríamos de estilo
urbano sin complicaciones. ¿Quiénes
son los increíbles en la actualidad? Aquellos que visten a contracorriente
creando minorías estéticas y del gusto, en definitiva los visionarios que abren
las puertas de su armario a corrientes ignotas. ¿Cómo se debe entender esto? ¿A
semejanza de aquellos que siguen con devoción la religión de la ropa negra o de
los diseñadores volumétricos de inspiración japonesa? ¿En identidad con los que
comulgan con un modisto afectado de inspiración infantil, college, sport o
sexy? La respuesta es que los increíbles del siglo XXI, son aquellos que se
evaden de la moda de la temporada y aferrados a su estilo personal construido tras
lustros de compras, siguen llamando la atención por su sobria elegancia y su
gusto por las prendas de calidad. Olviden la compra lúdica de prendas de bajo
coste y opten por la compra inteligente de prendas de alta calidad y evidente
perdurabilidad. Los increíbles de hoy son sostenibles, economicistas e
“increíblemente chic”…como “El caballero de la rosa” de Richard
Strauss…increíblemente chic.
Román Padín
Otero
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