Memorias barbudas
La moda de
los hombres con barba se ha generalizado de modo ostensible en las últimas temporadas.
Viendo
tanta presencia de chicos y hombres con la cara cubierta de vello, surge la
inquietud de conocer el origen de esta tendencia. En
la historia del arte, se han ido alternando las modas del afeitado y el barbudo
desde el origen de la civilización. Los
guerreros representados en el friso persa de los arqueros (S.V a.c.), Museo del
Louvre de París, llevan las barbas y el pelo largo, rizados con tenacillas y
adornados con filamentos preciosos. Esas barbas las llevaban por distinción,
fuerza y lujo. Los gigantes y
dioses griegos representados en los alto
relieves del Altar de Zeus (siglo II a.c.), Museo Pérgamo de Berlín, llevan barba
como señal de virilidad, edad y autoridad. Los guerreros y personajes
mitológicos representados sin barba son
juvenales. Tan generalizada estuvo la barba en la antigua Grecia, que los romanos
del Imperio iban afeitados entre otros motivos de elegancia y pulcritud,
también para diferenciarse de los griegos. En el siglo II d.c. , el emperador
Adriano se creció barba y abrió la puerta a unas alternantes costumbres de
barbudos o lampiños, atendiendo a motivos políticos, religiosos y sociales, que
fueron el eje de la historia antigua, media y moderna en cuestión de pelos
faciales, hasta la contemporaneidad. Haciendo
pasar la cara afeitada, a la barba Adriana, a la española, la inglesa cuadrada,
a en cuchillo, mandarín, completa, de dos días, bigote y barba vigorosa
completa. La
moda admitiendo la coexistencia de barbudos y lampiños de los siglos XIX y XX,
se advierte bien en el cuadro del Museo de Orsay, “El círculo de la calle
Royal”(1868) de James Tissot, donde hay barbudos, patilludos, bigotudos y
lampiños en una escena de sociedad burguesa urbana.
En el siglo pasado, la barba prominente se
identificó con el burgués acomodado en una época inicial del siglo. Y pasó a
identificarse con una postura política de izquierdas o progresista a partir de
los años sesenta. La recepción que en
el siglo XXI, hacemos de los barbudos responde a varios factores. Empezó la
barba de dos días tipo Tom of Finland, en lo que se llamaba un estilo
desaliñado o cómodo-leñador-macho, para reafirmar una estética viril. Luego
se aumentó de frondosidad, y de masculinidad, tomando el look latino como Tony
Ward y David Gandy. Y finalmente se ha hecho extra frondosa, como la del modelo
Christian Goran y el super bigote de Jarrod Scott, admitiendo una nueva belleza hipertrofiada de
macho barbudo. Este nuevo canon de barbudo, amplia el rango de edad de los
modelos masculinos y permite una exageración del look Slim en pantalones y
chaquetas, que se equilibra en virilidad con el pelo frondoso y la barba
voluminosa, propios de un personaje hercúleo. Y aún el juego queer del tercer
género, entra en el barbudo que lleva ropas unisex y actúa en una nueva
virilidad de androginia, como el cantante y modelo Benjamin Dukhan. Hoy en cuestión de barbudos se hace realidad
el Hércules Farnesio viril, maduro y fornido. Y se hace realidad, Andrógino
barbudo. Entre medias el Adriano de barba corta completa o bigote y el Antínoo barbilampiño.
Todo cabe en la hipermodernidad, pero ya, todo cabía en también en la
antigüedad, han pasado siglos pero la barba significa lo mismo, fuerza, sudor y
energía.
Román Padín Otero Profesor
de Análisis de Tedencias en la Escola de moda de Galicia (ESDEMGA), redactor de
El correo gallego y Faro de Vigo.
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