miércoles, 26 de junio de 2013

Cantonese Boy







Cantonese boy
La exposición titulada “Invasión silenciosa” del artista, Xim Llompart, en la galería Maneu de Palma de Mallorca, es traída a colación como realidad inmediata de las afinidades electivas entre el gusto occidental y la hipermodernidad oriental.                  Es esta la segunda monográfica que el artista nos presenta, desde que ha tenido experiencia como invitado residente privilegiado en China. Los conocimientos adquiridos después de estar “in another country”, se retratan en esculturas, pinturas sobre fondo opaco, pinturas sobre fondo transparente y pinturas exentas.                                                                                                   Hay varias cuestiones de cita imprescindible al comentar la exposición y como quiera que, la producción de este artista es reciente en el tiempo, la parte refiere al todo de forma ideal. Y lo subrayable respecto a esta pléyade de obras expuestas en Maneu, es extensible a otras partes ya publicadas del trabajo  del artista.                                                                                                      En la forma, resulta sugerente el tratamiento de la escultura sin pedestal, del cuadro en soportes infrecuentes y del cuadro como objeto exento.                                                                                          La escultura sin pedestal, es novedad desde las vanguardias, Xim Llompart, la refiere con una pieza de varios elementos antropomorfos desperdigados en un plano horizontal. Son como un puzle sin montar de cuerpos inertes. El color blanco roto de la pieza, la técnica realista y el estilo orientalista, evoca inteligentemente a Juan Muñoz, en sus conversation pieces de personajes teatrales y orientalistas.                                                Los cuadros realizados sobre fondo transparente, en cristal, fibra de vidrio o vinilo, tienen un halo decorativista que engalana y agranda la obra. La conceptualidad contemporánea que además cita la belleza de las artes aplicadas es una fortuna. Cuando Xim Llompart, retrata figuras opacas realistas sobre fondo transparente, crea además una marca propia, una extensión al soporte del personal estilo creacional del artista. Hasta ahí todo es mejora.                                                                                        Cuando además el cuadro se aísla del muro y siendo transparente se convierte en biombo o para-fuegos, es superlativo.                                                                                             En cuando al fondo, o sea la temática pictográfica, se diferencian los bodegones, los retratos y las metáforas.                                  Hay cuadros de comida, bodegones, con composiciones frontales y juegos en diagonal invertida. Esos retratos de alimentos, por su ingenuismo y tratamiento de vanitas, no pueden por menos que recordar a las series de cocinas de Miquel Barceló. Son tanto un retrato sociológico datado, como un divertimento sobre la materia pictórica y la materia alimentaria.                                                    Hay cuadros de personajes, retratos, con reglas áureas dislocadas. El nuevo Modulor, aquel sistema de proporciones humanas inventado por Le Corbusier, se reinventa aquí y mira más al pop de David Hockney y a la plasticidad de Elizabeth Peyton. Ambos maestros del color, la ausencia de perspectiva y las formas gráciles.                                                                              Hay cuadros de trajes sin personaje, de caretas teatrales con cuerpo anónimo, de composiciones costumbristas. Todas estas piezas, obedecen al concepto metafórico, de citar una mayor con una tangencialidad. Si digo uniforme maoísta, digo chino. Si digo gran careta dorada de bravura, digo teatro u ópera (chinos). Si digo ropa con pato y alimentos colgados de un torzal, digo patio (chino).                                                                                                     La forma y el fondo de esta exposición de piezas creadas por Xim Llompart, es como un retrato disperso de un chico cantonés. Cantonese boy, red soldier.

Román Padín Otero        

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