Cantonese boy
La
exposición titulada “Invasión silenciosa” del artista, Xim Llompart, en la
galería Maneu de Palma de Mallorca, es traída a colación como realidad
inmediata de las afinidades electivas entre el gusto occidental y la
hipermodernidad oriental.
Es esta la segunda monográfica que el artista nos presenta, desde que ha
tenido experiencia como invitado residente privilegiado en China. Los
conocimientos adquiridos después de estar “in another country”, se retratan en
esculturas, pinturas sobre fondo opaco, pinturas sobre fondo transparente y
pinturas exentas. Hay
varias cuestiones de cita imprescindible al comentar la exposición y como
quiera que, la producción de este artista es reciente en el tiempo, la parte
refiere al todo de forma ideal. Y lo subrayable respecto a esta pléyade de
obras expuestas en Maneu, es extensible a otras partes ya publicadas del
trabajo del artista. En
la forma, resulta sugerente el tratamiento de la escultura sin pedestal, del
cuadro en soportes infrecuentes y del cuadro como objeto exento. La
escultura sin pedestal, es novedad desde las vanguardias, Xim Llompart, la
refiere con una pieza de varios elementos antropomorfos desperdigados en un
plano horizontal. Son como un puzle sin montar de cuerpos inertes. El color
blanco roto de la pieza, la técnica realista y el estilo orientalista, evoca
inteligentemente a Juan Muñoz, en sus conversation pieces de personajes
teatrales y orientalistas. Los cuadros realizados sobre
fondo transparente, en cristal, fibra de vidrio o vinilo, tienen un halo
decorativista que engalana y agranda la obra. La conceptualidad contemporánea
que además cita la belleza de las artes aplicadas es una fortuna. Cuando Xim
Llompart, retrata figuras opacas realistas sobre fondo transparente, crea
además una marca propia, una extensión al soporte del personal estilo
creacional del artista. Hasta ahí todo es mejora. Cuando
además el cuadro se aísla del muro y siendo transparente se convierte en biombo
o para-fuegos, es superlativo. En
cuando al fondo, o sea la temática pictográfica, se diferencian los bodegones,
los retratos y las metáforas. Hay cuadros
de comida, bodegones, con composiciones frontales y juegos en diagonal
invertida. Esos retratos de alimentos, por su ingenuismo y tratamiento de
vanitas, no pueden por menos que recordar a las series de cocinas de Miquel
Barceló. Son tanto un retrato sociológico datado, como un divertimento sobre la
materia pictórica y la materia alimentaria.
Hay cuadros de personajes, retratos, con reglas áureas dislocadas. El
nuevo Modulor, aquel sistema de proporciones humanas inventado por Le
Corbusier, se reinventa aquí y mira más al pop de David Hockney y a la
plasticidad de Elizabeth Peyton. Ambos maestros del color, la ausencia de
perspectiva y las formas gráciles. Hay cuadros de trajes sin personaje,
de caretas teatrales con cuerpo anónimo, de composiciones costumbristas. Todas
estas piezas, obedecen al concepto metafórico, de citar una mayor con una
tangencialidad. Si digo uniforme maoísta, digo chino. Si digo gran careta
dorada de bravura, digo teatro u ópera (chinos). Si digo ropa con pato y
alimentos colgados de un torzal, digo patio (chino). La
forma y el fondo de esta exposición de piezas creadas por Xim Llompart, es como
un retrato disperso de un chico cantonés. Cantonese boy, red soldier.
Román Padín
Otero
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