lunes, 2 de abril de 2012

Marcelo Víquez, galería Kewenig





El artista en autorretrato distorsionado, fantasmagórico y esperpéntico. De entre las dificultades y vicios del mundo hipermoderno, elige el creador una colección de gestos nefandos para convertirlos en dibujos gestuales de mano expresionista. Además un aire de nuevo decadentismo habita las grafías que se completan con juegos silógicos de frase decorativas a la vez que provocadoras. En fin, una instalación de panes que juegan a gritar esto no es un pan, si no todo lo contrario y que se reflejan en la visión triunfadora del creador laureado y el creador animalesco. Todo un juego tortuoso de avances por el camino de la introspección estética y los dibujos de gabinete.
Román Padín

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