martes, 29 de octubre de 2013

Retratos de Rey.Velázquez y la familia de Felipe IV.FarodeVigo 17.10.2013



     
Los retratos del Rey                                                                      Una exposición en el Museo del Prado, en Madrid, revisita los retratos de Corte de dos décadas en el siglo XVII. Bajo el título “Velázquez y la familia de Felipe IV”, se muestra la retratítisca cortesana, del último decenio de Diego de Silva Velázquez, los años 1650 a 1660, y otros diez años de producción de dos de sus seguidores. Los pintores Juan Carreño de Miranda y Juan Bautista Martínez del Mazo.                                                                             Se trata de una selección de cuadros procedentes de los fondos del Prado y de préstamos de otros museos, entre ellos el de Viena, el Louvre, Wellington de Londres y museos norteamericanos. El conjunto ofrece al auditorio una pléyade de nuevos acercamientos a esta página axial del arte universal, y española, que es el barroco velazqueño como significante y sus significados.                                                                            En torno al año 1650, Velázquez está a punto de acabar su segundo viaje a Roma, donde tuvo una notable actividad retratística entre los miembros da Curia. Mayoritariamente retratos masculinos, la órbita del Papa, permite un ahondamiento en la psicología de los personajes y en los colores como   semiótica del vestido y el poder. El celebérrimo retrato de Inocencio X, en la colección Doria Pamphili, es la obra de referencia de la época.                                   Tras su vuelta a Madrid en torno a 1651, encuentra nuevas circunstancias socio políticas que invitan a una nueva temática en los retratos de Corte.                                                   Con anterioridad, como en Roma, era esencialmente pintor de retratos masculinos. La crisis económica, demográfica y dinástica,  de la corona Habsburgo en España, incide decisivamente en la faz del arte, en los temas a representar por los pintores de la Corte. La circunstancia de la ausencia de descendiente varón hasta avanzado el reinado  de Felipe IV, establece una coordenada para la aparición de nuevos personajes en la retratística de Corte. El matrimonio de Felipe IV, con su sobrina Mariana de Austria, lleva implícita la realización de retratos de la reina. Además la edad casamentera de la Infanta María Teresa, y su ulterior compromiso con el  rey de Francia Luís XIV, invita así mismo a retratarla para difundir  su imagen.                                                                                       Las novedades de este período son pues, los retratos de señoras. Y también los retratos de niños y niñas, una temática poco tratada por Velázquez en etapas previas.  Están así mismo, como novedad, las versiones de cuadros de propia autoría y el cenit artístico en cuadros de grupo, como Las Meninas y también Las hilanderas, ambos de esta época que trata la muestra.                                                                               Aún otra característica de esta etapa, es la presencia de los importantes  trajes de las infantas, los niños y la reina, en los cuadros. Es la apariencia vestida con trajes como símbolo de poder y representación del comportamiento cortesano. La realización de trajes femeninos con los guardainfantes, y ricos tejidos, permite emplear la superficie del cuadro como un campo para la representación del virtuosismo del maestro y la traslación del lujo al vestuario. También aparecen los tejidos, en las cortinas y tapicerías, que cada vez adquieren mayor presencia como decorado dramático. A veces ocupando la mitad de la superficie del cuadro, en un gesto colorista y de puesta en escena tanto pictográfica como sociológica. Por la maestría, del que pinta las aguas y pliegues de las telas y por la riqueza de quien se retrata con ricas filigranas y materiales.                                                                           La historia del arte, dedicó muchas páginas a los retratos ecuestres realizados por Velázquez para el Salón de Reinos del Alcázar. Ahora, esta muestra, escribe una nueva página centrando la atención en los retratos de efigie de busto y de cuerpo entero de los “dramatis personae” de la Corte de los Habsburgo.                                                                                
La infanta Margarita                                                                        La protagonista del cuadro Las meninas, es la infanta Margarita. Aunque también está representada la efigie de los reyes, la del propio Velázquez, en una vocación de hacer patente  su éxito en la Corte, y están también los que llaman, enanos y hombres de placer. Unos pequeñitos, que acompañaban y entretenían a los monarcas, y servían de parangón para subrayar la mayestática figura de los soberanos. Las diferencias entre unos y otros, eran de condición natural. Pero el punto en común, estaba en la riqueza de los materiales para las vestimentas de los elegidos y los humillados. Todos vestían con gran importancia.                                                                            Los retratos de la infanta Margarita, que acoge la exposición, son tanto una colección de efigies de la que era una jovencita, como también un archivo de la importancia del traje en la Corte de los Habsburgo.                                                        Retratada por Velázquez, por el taller del pintor, por Juan Bautista Martínez del Mazo. En orden cronológico inverso, la ya emperatriz Margarita, vestida de luto por su padre, en rigor negro. Vestida en traje rosa, con blondas más vistosas e corpiño más neutro, en una gama cromática que recuerda  su presencia en Las Meninas. Una novedad en esta exposición es la versión del cuadro realizada por Juan Bautista Martínez del Mazo. Aparece también la infanta retratada en un severo traje verde, y en otro más ligero azul. Son otras tantas presencias vestidas de una infanta que mantiene impertérrita  su seriedad de pálida fragilidad en una carita como de porcelana.

Román Padín Otero     

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